Colombia es un país considerado como potencia en agua y rico en fuentes hídricas. Sin embargo, solo el 60 % del agua que sale de la llave puede ser consumida por los humanos. De acuerdo con la Cepal, 352 municipios de Colombia no cuentan con acceso a agua potable de calidad.
Chocó, Huila, Nariño y Bolívar son los departamentos que se encuentran en alerta máxima por los retos que tienen en garantizar los parámetros del agua aptos para el consumo humano. Ante la situación que vive la población de estas zonas –especialmente las comunidades indígenas–, José Antonio Lara, alumno de doctorado de la Escuela de ingeniería Química de la Universidad del Valle, oriundo de Turbaco (Bolívar), miembro del cabildo indígena del pueblo Zinú, está desarrollando un trabajo de investigación de procesos avanzados de oxidación para tratamiento biológico y químico de aguas residuales.
“Nuestra tecnología se basa en la producción de radicales de hidroxilos; estos radicales se producen a partir de diferentes procesos. Mi tesis doctoral se basa en el proceso de ozonización catalítica. A partir de oxígeno producimos ozono; este ozono, con unas partículas de catalizador, lo transformamos en radicales hidroxilos que son los que atacan la materia orgánica. Eso se transforma en CO2 y luego pasa a etapa gaseosa y escapa hacia el ambiente”, afirma Lara.
El proyecto está enfocado en las comunidades indígenas, y más allá de llevar esta tecnología, la idea es usar los recursos y las tradiciones ancestrales que les permitan a la comunidad no solo tener agua potable, sino también un proyecto productivo basado en la piscicultura.
Por ejemplo, en el caso de la comunidad Zinú, busca poder integrar los cultivos que ellos tienen con palma iraca, que usan para hacer bolsos, manillas, tejidos. Además de su uso tradicional, también pueden usarla como medio de biorremediación del agua y para el cultivo de los peces.“Queremos integrar ese ciclo del cultivo que ellos usan y darles un beneficio a partir de la piscicultura, a través de la tecnología que hemos desarrollado para tratar esa agua, y que sea un ciclo que beneficie a las comunidades”, afirma José Antonio.
Este proyecto también lo integra Juan Garay, líder en las comunidades indígenas del Magdalena. Al estar cerca de la Sierra Nevada de Santa Marta, los derivados de la piscicultura son un valor agregado para comunidades como la Arhuaca y Wayu que se benefician de los procesos que se están investigando en la universidad. “A nosotros no nos interesa tanto llevar la tecnología, nos importa es llevar nuestros conocimientos a esas comunidades porque sabemos de primera mano que en ellas existen conocimientos ancestrales que pueden ser desarrollados de manera más eficiente para el caso del tratamiento de agua”, puntualiza José.
Educar en el uso de agua potable
El proyecto se encuentra en la primera etapa, y como un primer paso lo importante es educar a esas comunidades. No es fácil decirles que además de cultivar yuca pueden integrarse a este proyecto productivo para que la piscicultura sea no solamente una fuente de ingresos sino también de alimento.
El reto también está en hacerles ver a estas comunidades la importancia del consumo de agua potable. Según explica el ingeniero Lara, cuando se pasa de las épocas de invierno a verano la única fuente de agua que queda es una fosa. Allí las vacas, los burros y demás animales consumen agua, en donde luego las personas van con sus baldes y recogen el líquido pese a no ser agua potable. “La primera consideración que le queremos hacer a la comunidad es que por lo menos usen algún tipo de filtro, como arena o piedra, y luego hervir esa agua para que sea de consumo humano”.
A su vez, buscan sensibilizar sobre las oportunidades que puede traer esta nueva tecnología, especialmente en comunidades que durante años han escuchado las mismas promesas de contar con agua potable y a la fecha no es una realidad. Por eso, José –al ser miembro de la comunidad– busca poder abrir nuevas oportunidades para ellos y ser vigilante de lo que se va a hacer.
Además, hay que tener en cuenta que no todas las comunidades a las que se quiere llegar cuentan con una fuente híbrida cerca. De ahí que dentro del proyecto de investigación se está buscando la integración con entidades públicas para lograr recursos que permita abrir pozos; igualmente, de la inversión en paneles solares que lleven energía para iniciar este proyecto. José explica que cuando se están tomando decisiones de política pública, se hacen con una combinación de saberes ancestrales y nuevos conocimientos que la ciencia y la tecnología pueden aportar.
Sumado a todo esto, esta comunidad actualmente es considerada como zona roja ya que no hay presencia de la Fuerza Pública. Algo de lo que el ingeniero Lara es consciente y sabe que no es fácil, pero que es necesario para poder impactar a su comunidad, y en parte a su familia. “En alguna manera me he convertido en un líder para mi comunidad, y como líder me convierto en un objetivo. Por eso, llevo un proceso de sensibilización de cómo llego a mi territorio. Lo primero ha sido acercarme a ellos, conocer sus necesidades. En los últimos 3 años he ido ocasionalmente como uno más del territorio, tratando de no llamar la atención. Tristemente actualmente ellos son el propio escudo de su comunidad”.
Foto Principal: Ing. Jose Antonio Lara