Es marzo de nuevo y por siempre recordaremos este mes como aquel en el que la vida nos cambió por completo. A la medianoche del 25 de marzo de 2020 comenzó a regir la cuarentena estricta en Colombia y con ella vino un cambio de dinámicas en todo, en la forma de vivir, de trabajar, de estudiar, de relacionarse, de divertirse… de todo.
En este tiempo, la educación ha tenido todo tipo de apellidos: educación virtual, educación en línea, educación híbrida, educación remota, educación a distancia, educación de alternancia o, incluso, educación de emergencia. Tal vez el adjetivo que mejor describe la situación global.
Rebobinando el casete, luego de una semana de asilamiento, consultamos a varias voces (docentes, padres, madres y alumnos) para que compartieran su experiencia hasta el momento. En ese momento, aunque la incertidumbre reinaba, existían algunos planes y experimentos para poner en marcha; pero luego de un año, ¿qué tanto aprendimos? ¿O qué no hemos aprendido? Es hora de hacer seguimiento.
Algunos datos
De acuerdo con el tercer boletín trimestral de 2020 del Ministerio TIC, el acceso a Internet fijo llegó a los 7,67 millones (es decir, las conexiones que se realizadon desde un acceso fijo como un módem en casa), frente a 30,4 millones de accesos móviles (3,6 % de 2G, 23,4 % de 3G y 73 % de 4G). De otro lado, en cuanto al tráfico de Internet móvil, el reporte del primer trimestre de 2020 de la Comisión de Regulación de Comunicaciones (CRC) destacó una variación positiva del 42,3 % frente al mismo periodo del año anterior.
Sí, hay más gente conectándose a Internet a través de móviles, pero aún se desconocen indicadores actualizados sobre el acceso a tecnologías de la información en hogares; el último reporte oficial de la Encuesta de Calidad del Vida del Dane es de 2018.
De otro lado, Digital 2021, uno de los reportes más destacados sobre el consumo digital en el mundo, elaborado por We Are Social y HubSpot, nos muestra que hay más de 60 millones de conexiones móviles y casi 35 millones de usuarios de Internet en Colombia (68 % de la población). Del grupo de usuarios entre 16 y 64 años, el 10 % cuenta con un dispositivo del hogar; el 76 %, con un computador personal; el 31,5 % tiene una consola y el 35,6 %, una tableta. Los teléfonos son el principal dispositivo, sin embargo hay un 13,5 % que afirma usar un teléfono no inteligente, popularmente conocido como ‘flecha’.
La brecha digital intensificó otras brechas sociales, y a lo largo del año se alzaron voces llamando la atención sobre este punto: la educación virtual no era una opción para todas las personas. No había conectividad en unos casos; en otros, sí se tenía pero no se contaba con herramientas necesarias. En Bogotá se reconoció que los datos de dispositivos que se tenían estaban relacionados con aquellos disponibles en instituciones educativas, pero se desconocía el contexto en los hogares, entonces era habitual encontrar un teléfono para una sola familia, con varios hijos.
De hecho, según un estudio hecho por el Centro Nacional de Consultoría (CNC) en Bogotá, para conocer las experiencias de aprendizaje e impacto con el cierre de los colegios, el 22 % de la muestra manifestó haber tenido dificultades de acceso a las clases en vivo, un 27 % presentó dificultades en el acceso a las actividades en Internet, y se evidencian las diferencias de un estudiante para tener un lugar y dispositivo exclusivo para su estudio. No es sorpresa que los estudiantes de colegios oficiales presenten menor exclusividad.
Este tipo de limitaciones afectó la manera como se desarrollaron las dinámicas. El CNC resaltó que las actividades en WhatsApp fueron más frecuentes para los estudiantes de estratos 1, 2 y 3, mientras que las actividades con guías y material impreso predominaron en estudiantes de estratos 1 y 2; y que las brechas más grandes se presentan en la disponibilidad de computador o de tableta: 70 % de estratos 1 y 2, vs. 87 % estrato 3 y 100 % estratos 4 al 6. De igual manera, el 28 % de los estudiantes en estratos 1 y 2 dedicó 3 horas o menos al día al estudio frente al 7 % de los estudiantes en estratos 4, 5 y 6.
Esto sucedió en Bogotá; ahora, sacar la radiografía nacional es otro asunto.
A pesar de diferentes estrategias realizadas para llevar la educación, lo cierto es que para enero de 2021 el 74,0 % de las personas cabezas de hogar en las 23 ciudades y áreas metropolitanas sostuvo que sus hijos usaron aplicaciones móviles de aprendizaje, y el 71,7 % realizó tareas asignadas por el profesor.
La educación aún está por transformarse
Luego de un año estamos en un punto similar, hay que transformar la educación. En la mayoría de los casos la atención se centró en lo instrumental, la herramienta, pero no en lo esencial: la pedagogía y las metodologías.
Federico Arteaga, director académico de Lexicom y entrenador de profesores en el Centro de Innovación del Maestro (Mova), de Medellín, asegura que tal vez si se hubiera puesto atención a lo que se hablaba en congresos de educación en los años 90, cuando se debatía sobre el aprendizaje autónomo, en este momento otra sería la historia. Pero “el conocimiento en Colombia está encerrado en el profesor y en el aula, es fácil hacer trampa y pasar”. Con esta frase se refiere al sistema cuantitativo, de captar datos, repetir y que la finalidad sea aprobar un examen.
Padres, madres y cuidadores no estaban entrenados para hacer educación en casa, porque como se vio a lo largo del año, no se trata únicamente de conseguir las plataformas o los libros. Educar en casa necesita de metodologías, procesos e incluso certificaciones, pero sobre eso ya hablamos hace un par de años cuando indagamos sobre el Homeschooling en Colombia. Esta es una situación que se trasladó a la educación superior, porque como sociedad el aprendizaje autónomo no está en el chip.
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Esfuerzo hubo, en algunos casos más que en otros; y en otros trajo penas, sudor y lágrimas, porque en la mayoría de ellos no se estaba preparado. “Lo que ha sido impresionante es el compromiso de los docentes, hacen un trabajo increíble, pero también es uno inhumano, que multiplica las horas de trabajo“. Arteaga explica que se ha generado una ilusión de disponibilidad, porque al tener el número de WhatsApp del maestro se envían mensajes sin discriminación.
“Los padres no saben qué es el aula invertida, y no tienen por qué saberlo, porque como sociedad, el contrato social que hemos hecho es que los docentes se encargan de la educación de los hijos. No se ha logrado que padres y madres vengan como una comunidad educativa y solidaria”, reflexiona Arteaga. Él reconoce que se han hecho proyectos muy valiosos, pero para las familias la experiencia no ha sido tan buena, porque según sus propias palabras, no va para ningún lado: “Sé de casos en los que el profesor está hablando y el alumno usa el micrófono para hacer comentarios groseros hacia el docente, el tema o los compañeros. Así, ¿cómo le pedimos a un profesor que se comprometa más horas?”.
Consecuencias esperadas e inesperadas
El año académico tuvo de todo un poco. Sin embargo, uno de los mayores retos ha sido la deserción en todos los niveles, desde jardín, pasando por primaria, bachillerato, hasta pregrados.
En algunos casos los maestros perdieron el contacto con sus alumnos, no porque no les hicieran seguimiento, sino sencillamente porque no había un teléfono, no tenían datos actualizados o sencillamente la familia dejó de contestar. En otros casos, cansados o resignados, estudiantes y familiares decidieron no continuar con el procesos en una y otra institución.
De acuerdo con la Encuesta Pulso Social del Dane, correspondiente a enero de 2021, el 87,2 % las personas cabeza de familia respondió que los niños y niñas de su hogar continuaron las actividades educativas o de aprendizaje desde que cerraron las escuelas y colegios; el 3,7 % manifestó que no las continuaron; y el 9,1 % dijo que los niños y niñas de su hogar no asistían o realizaban dichas actividades.
De otro lado, en marzo de 2020 la Asociación Colombiana de Universidades (Ascún), que reúne a más de 80 instituciones, alertó que la deserción estaría entre 23 y 25 %. Según reportó El Tiempo, esta misma asociación compartió que en 2020 se presentó una disminución de hasta el 17 % del número de estudiantes antiguos, mientras que los nuevos bajaron un 20 %. En este punto entra otro elemento para analizar y es el auge de los ‘nini’, que ni estudian, ni trabajan.
Según el Banco Mundial, en América Latina hay 20 millones de ninis, de los cuales el 66 % –es decir, 12 millones– son mujeres. Y son Brasil, Colombia y México los países con mayor población de ninis. José Leonardo Valencia, rector de la universidad Areandina, dice que hoy hay muchos Ninis: “Colombia pasó de 2.500.000 a 2.700.000, el país viene creciendo en ninis casi al 21 %. No podemos dejar que nos crezca esa población, y esa población lo que está pidiendo a veces no es solo la financiación de la educación, sino que les ofrezcan una educación diferente, que les dé oportunidades. En Colombia, se gradúan 483.000 bachilleres, de esos solo 180.000 entran a educación superior, es decir que 303.000 no están estudiando”.
Valencia comparte que en 2020, Areandina fue una de las instituciones de educación superior que no decreció, subió más de 400 estudiantes, frente a 2019. No perdió estudiantes y la rematrícula fue casi del 110 %. También llegaron nuevos estudiantes: en presencial, el 7 % y en virtual, el 49 %.
Ahora, hay casos en que la necesidad de crear estrategias contra la deserción trae diferentes tácticas, como el aumento de la validación de 2 años escolares en el mismo periodo. La educación “es un negocio”, reflexiona Arteaga.
En cuanto a las dinámicas, los docentes han tenido la posibilidad de vincularse a más clases (instituciones) que en un escenario de presencialidad no les sería viable, por factores como tiempo y distancia. En un día pueden tener varias sesiones de diferentes entidades, sin moverse de su casa. Pero a largo plazo, alerta Arteaga, esto tendrá repercusiones porque maestros han abandonado el sistema tradicional, entonces cuando se regrese a las aulas presenciales, se podría enfrentar una escasez de personal.
Y en relación con los hábitos o buena prácticas, el docente destaca que algo que se fortaleció con el uso de herramientas como WhatsApp fue el manejo del registro, el tener un archivo y el no dejar espacio a la interpretación, o malinterpretación de los estudiantes, por ejemplo, a la hora de hacer una tarea. Para entender este punto de manera más clara, se evitaron casos como el de la recordada propaganda de ‘vamos castores, vamos’. Padres y madres, recibían las instrucciones como eran.
Claramente no todo fue malo, y un aspecto positivo es el que se presenta con las comunidades LGBTI, “porque ya no están expuestos al bullying físico. Estudiantes que tenían en la presencialidad un rendimiento más bajo, en este momento tienen un ambiente más seguro, que les ha permitido crear redes”, comparte Arteaga.
Otro de los grandes aprendizajes que compartió el rector Valencia fue el interés psicosocial y el acompañamiento permanente en este campo. El entender más a los estudiantes, cuáles son sus expectativas. Valencia dice: “No es solo lo que creemos que debemos darle, sino lo que a ellos les gustaría aprender y cómo les gustaría. Esto hace parte también de humanizar la educación. Siendo la educación un tema muy humano, tuvimos que fortalecer ese punto y revaluarnos el humanismo en los tiempos que estamos viviendo y lo que vamos a vivir”.
El acompañamiento va para todas las personas, no solo estudiantes, sino para toda la comunidad académica y administrativa. Como hecho destacado, Areandina fue elegida como una de las empresas más felices para trabajar, según la firma Great Place to Work. De hecho, se ubicó en la segunda posición de la clasificación nacional y es la primera institución de educación superior reconocida en este espacio.
Para seguir empacando en la maleta
De una manera u otra se irá regresando a los salones físicos, unas instituciones lo harán más rápido que otras, con diferentes estrategias. Como sea, hay elementos que no deberían dejarse atrás, que vale la pena llevarlos a las clases, de educación básica, media o superior.
En opinión de Arteaga, algo que se ganó es la independencia de cátedra, los maestros tienen más libertad de escoger sus materiales y métodos. En cuanto a los sistemas de evaluación, entendiendo que deben ser cualitativos, Arteaga agrega: “Porque lo cuantitativo no nos está diciendo nada, a lo cuantitativo se le puede engañar, en lo cualitativo habría que ser más creativo”. También destaca el cambio sobre la pertinencia de la tarea, del trabajo en casa y según comparte: “Va a forzar la conversación del aula invertida y eso es bueno, saber qué debo aprender con el profe y qué debo aprender por mi cuenta”.
El uso mismo de las herramientas es un paso en el que no debería retrocederse. Las estrategias de gamificación también son un elemento de gran impacto, y finalmente, pero no menos importante, la formación continua, tanto de docentes como de estudiantes en relación con el uso de tecnologías de información y comunicaciones, para fines académicos.
“No dejar de fortalecer el tema digital, creíamos que los estudiantes eran nativos digitales, pero son nativos de redes sociales”, es uno de los elementos para seguir empacanado en la maleta, según comparte el rector Valencia. Y es que, según la más reciente edición del estudio de ‘Apropiación Digital’ del Centro Nacional de Consultoría, para 2020 los colombianos aún no aprovechaban Internet de manera productiva. En cuanto a el uso más común, la prioridades eran estas:
- 94,1 %: enviar y recibir mensajes instantáneos.
- 43,2 %: ver fotos y videos.
- 36,6 %: buscar información.
Y en cuanto a las intenciones para usar Internet, el 60 % se destinó al entretenimiento y el 56 % para estar en contacto con amigos y familiares. Educación y trabajo siguen estando al final de la lista, aún está todo por hacer, en diferentes momentos. “Muchas universidades llegamos a ser estigmatizadas como de tercer nivel porque ofrecíamos educación virtual y se creía que no tenía el nivel necesario, pero hoy en día la educación virtual es un referente. Se rescata lo que trae y lo que está por potenciarse”, comparte Valencia. La educación es global, las instituciones tienen un portafolio más diverso.
Valencia también rescata que la flexibilidad y la adaptabilidad seguirán siendo fundamentales. Recuerda que al comienzo de la pandemia, los estudiantes no encontraron respuesta en el sistema y ahí vino la decepción. “Creíamos que éramos adaptativos, pero no era así”, comparte. Sin embargo, reconoce que se aprendió a serlo, percibe que con el paso del tiempo la gente se adaptó, porque se replantearon modelos y estrategias. “Los estudiantes quieren cursar lo que a ellos les gusta, entonces comienzan a nacer nuevos modelos de educación, para fortalecer aquello en lo que son buenos por vocación”, agrega el rector.
Pero sin duda, para él, lo que más se debe restacar es la solidaridad, la cooperación lo colectivo: “Era algo que habíamos perdido. No nos estábamos complementando, no encontrábamos sinergias entre las unversidades”.
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Para dejar atrás
En la lista de lo que no debería agregarse en esa maleta, aparece a la cabeza el exceso de horas de trabajo. Los horarios de clase son importantes, organizar los tiempos y respetarlos es clave, como estudiantes y como docentes.
La opinión de Artegaga, y muy enfocada en el contexto colombiano, es que se debe “dejar atrás el intentar inundar a al ruralidad con tecnología”. Y añade: “No necesitan tecnología, necesitan estrategia y acompañamiento allá, en campo, no a través de un webinar por Zoom. Los docentes no necesitan computadores, necesitan que les aseguren que los estudiantes no sean asesinados en el camino o que no se caigan los puentes. Necesitan educación comunitaria, la misma cantidad de oportunidades y equivalencia en recursos, hay que conocer a la gente y llevarles cosas que necesitan”.
Para docentes como Hernán Hernández, de básica primaria de colegio público en Bogotá, se debería dejar atrás el miedo de utilizar la tecnología y la inseguridad de estar frente a una cámara, y no dejar la creatividad utilizada para poder llevar el conocimiento la esperanza y el deseo de hacer las cosas cada día mejor en beneficio de la población infantil. El pánico escénico se queda atrás.
Por su parte, el rector de la universidad Areandina comparte que atrás debe quedar el individualismo, el resentimiento, la corrupción y lo negativo: “Debemos pensar en positivo y constructivo para crear un mundo nuevo”.
Todo suma
Aunque no sea el foco de la discusión, no se puede ignorar cuando la tecnología facilita la tarea. Aplicaciones como Google Meet o Zoom se posicionaron en las tiendas de descargas, y como se ha mencionado, sin WhatsApp o el correo electrónico, habría sido más difícil sacar adelante el año académico. Por eso destacamos algunas iniciativas en este segmento.
La alianza entre diferentes actores es fundamental y debe fortalecerse. En este mismo punto, empresas del sector TIC como Globant destacan algunas iniciativas para promover el bien social, ambiental, económico y cultural. En 2020 lideró un progama “para contribuir con una seria de experiencias pedagógicas en virtualidad. Contando con más de 100 voluntarios internos, se tuvo disponibilidad para orientar a los centros educativos de Latinoamérica, sin costo, para que tuvieran consultas sobre cómo implementar su estructura digital”, explicó la empresa.
El trabajo colaborativo debe continuar. Aunque Arteaga es crítico con la situación, apunta a la importancia de seguir construyendo, de manera estratégica. “Hemos aprendido que este es el peor momento para desarticularse”, comenta, e invita a darle importancia a las comunidades pequeñas, a empoderadas con “educación verdadera. Educar para la comunidad, no para la institución”.
Conociendo el trabajo de sus colegas docentes de colegios públicos, Arteaga invita a repensar las estrategias: “En vez de mandar tabletas, ¿por qué no patrocinar un espacio de radio que nos ayude a tener 2 horas para enseñar?”. Como se vio en los datos de plataformas, la radio y la televisión no se destacaron en 2020 tanto como podrían haberlo hecho.
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La mensajería, los SMS pueden dar un impulso mayor a al educación, con o sin pandemia. Por ejemplo, EducALL es un emprendimiento colombiano de transformación social que busca cerrar las brechas de la educación y que conoce el contexto nacional. La empresa habilitó la plataforma de #LlamadasParaEducar, que no necesita de Internet. Se trata de llamadas inteligentes a través de los featurephones, o las ‘flechas’, para que niños, niñas y adolescentes puedan interactuar con el espacio educativo. Se trata de una iniciativa poderosa, teniendo en cuenta que el 99,3 % del territorio nacional cuenta con cobertura de telefonía móvil (diferente a la cobertura de Internet móvil). A través de estas llamadas, los niños tienen acceso a lecciones en audio, como podcasts pero telefónicos.
Al cierre del año de pandemia, es evidente que la identificación de las comunidades es base para poder diseñar estrategias. Los modelos masivos, la obsesión por el alcance y las metas numéricas frías, no aplican en todos los casos, y al final de la jornada, pueden representar mayores brechas. Aún está todo por transformarse, con las personas en el centro de ese modelo.
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Foto: Dylan Ferreira (En Unsplash).