El impacto social y medioambiental del mundial: lo que dejó Rusia 2018

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Publicado el 15 Jul 2018

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Se acabó un nuevo mundial y los balances no se hacen esperar. Más allá del análisis deportivo, de lo que deja en materia de organización y de los avances en innovación, también llega la hora de revisar el impacto que un evento de estas proporciones tiene para el planeta. Y es que, más allá del furor que despierta en millones de personas, es inevitable, dada su magnitud, que no se produzcan efectos sociales y medioambientales de diferente tipo.

Consciente de esto, en los últimos mundiales la FIFA ha empezado a implementar programas que, paralelos a los deportivos, permitan superar las metas y reducir cada vez más el impacto que se puede producir. Innovación en construcción ecológica y nuevas tecnologías para la óptima gestión de recursos naturales son algunas de las medidas tomadas por el máximo organismo del fútbol para hacer del campeonato un mega evento lo más sostenible posible. ¿Qué tan sostenibles son los mundiales de fútbol?

Rusia 2018 es el campeón

Entre todos los mundiales, Rusia ha resultado el campeón en cuidado medioambiental. Para esta ocasión, la FIFA publicó su ‘Estrategia de Sustentabilidad para la Copa Mundial Rusia 2018’, documento que resume las acciones emprendidas por la organización en compañía del Comité Organizador Local (COL) para garantizar desde varios años antes del pitazo inicial del partido inaugural que el evento fuera realmente sostenible.

La estrategia contó con una inversión de casi 20 millones de dólares, y estableció 9 puntos clave desarrollados dentro de tres áreas fundamentales:

Entre las acciones transversales a cada uno de estos puntos, se destacó la certificación BREEAM (Building Research Establishment Environmental Assessment Methodology) otorgada a 5 de los 12 estadios del evento. El BREEAM, de origen británico, es el método de evaluación y certificación de la sostenibilidad de edificaciones más relevante de Europa, y uno de los más populares del mundo.

Para lograr esta certificación internacional, se evaluaron parámetros como el uso de materiales menos contaminantes, la proximidad de los proveedores para reducir emisiones de CO2 por transporte, el uso de tecnologías y sistemas de ahorro de energía y agua, las técnicas innovadoras de recolección de los desechos producidos por la construcción y su posterior reutilización y reciclaje, entre otros.

El Estadio Olímpico de Luzhnikí, por ejemplo, posee modernos sistemas de ventilación y calefacción, además de iluminación LED, que redujo hasta en un 70% el gasto de electricidad. Gracias a las tecnologías implementadas en ahorro de agua se evitó el derroche de al menos 160.000 litros del líquido vital durante un partido con asistencia completa. Y con el objetivo de velar por las zonas verdes alrededor del escenario deportivo, se plantaron 1.050 árboles y se instalaron 15.700 metros cuadrados de jardínes.

Los otros recintos construidos o remodelados especialmente para el evento no evaluados por BREEAM, contaron con la certificación ecológica ‘RUSO’, creada por las propias autoridades del país anfitrión para cumplir con los requisitos exigidos por la FIFA y su estrategia de sostenibilidad. Fue hecha por un grupo de expertos del Ministerio de Recursos Naturales y Medio Ambiente, y es un legado que el evento deja para la industria de la construcción de ese país, pues es toda una normativa verde nacional, la primera de este tipo en Rusia.

Uno de los estadios que obtuvo esta certificación fue el Kazán Arena, uno de los primeros con WiFi gratuito, el cual, instaló novedosos sistemas de recogida de residuos y de ahorro de energía, y un sistema de recolección de agua lluvia, que al caer se acumula en tanques que permiten regar cerca del 40% del césped.

Otras medidas puestas en marcha se refieren a las condiciones laborales. En Brasil 2014 fallecieron 10 personas durante la construcción de los estadios; para Rusia 2018, la FIFA y el COL, en colaboración con el Instituto Klinsky para la Protección Laboral y las Condiciones de Trabajo, ejecutaron un sistema de control para inspeccionar que los trabajos hechos en la obra cumplieran con la legislación rusa, los convenios aplicables de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y las buenas prácticas del sector.

El sistema constó de 85 visitas en las cuales se evaluaron 945 empresas y se entrevistaron 2.400 trabajadores y desde su puesta en marcha en 2016, el porcentaje de incumplimientos en la documentación laboral detectados por el Instituto Klinsky se redujo en un 74% y las anomalías en las obras disminuyeron un 60%.

En Rusia 2018 también se crearon estacionamientos, ascensores y rampas especiales para personas en condiciones físicas especiales o con obesidad, y personas con problemas auditivos que tuvieron acceso a resúmenes cortos de cada uno de los 64 partidos en lenguaje internacional de signos a través de plataformas digitales.

En cuanto al reciclaje, se manejó un programa de gestión de desechos con 200 cubos de basura especiales para separar los residuos no reciclables del material reutilizable como papel, plástico, vidrio, pilas, etc. Junto con ONG locales, el COL recicló una parte considerable de los residuos generados.

La FIFA también motivó a los hinchas a cuidar el medio ambiente, rifando a través de las redes sociales dos entradas a la final entre quienes contrarrestaban las emisiones de carbono resultantes de sus desplazamientos a la cita mundialista.

“Nuestro propósito es mitigar el impacto medioambiental del campeonato y dejar un legado positivo a través del Mundial. Al fin y al cabo, el legado no sólo se trata de los estadios, sino también de las técnicas y conocimientos que se adquirirán y pondrán en práctica en el futuro como consecuencia de la planificación y organización de la Copa Mundial de la FIFA”, declaró Alexey Sorokin, director ejecutivo del COL de Rusia 2018.

Mundial Brasil 2014, una gran decepción

Totalmente contradictorio. Así es como se recuerda el Mundial de Fútbol Brasil 2014, al menos en materia de sostenibilidad.

Y es que, aunque la FIFA y las autoridades del país carioca implementaron medidas en algunos estadios para hacer de ese uno de los más amigables con el medio ambiente de la historia –paneles de energía solar, sistemas para reutilizar aguas lluvias, aires acondicionados con gas refrigerante no clorado para no afectar la capa de ozono, cubiertas con membranas foto catalizadoras para neutralizar la contaminación del aire-, los ‘golazos’ que el evento le marcó a la comunidad y al entorno terminaron opacando estas innovaciones y derrumbando el ideal de sostenibilidad.

La elevada huella ambiental proveniente de algunas infraestructuras necesarias para el evento y del transporte de las más de 3,7 millones de personas que, según la misma FIFA, arribaron al país sudamericano para el acontecimiento deportivo, fue uno de los aspectos más criticados.

De hecho, la FIFA reconoció la generación de más de 2,72 millones de toneladas métricas de CO2, una escandalosa cifra 13 veces mayor que la emitida por el Mundial Alemania 2006 y superior a Sudáfrica 2010. El ente regulador del fútbol indicó que más del 80% de las emisiones procedían de los desplazamientos por carretera de los aficionados por Brasil.

La organización también recibió críticas por la construcción de escenarios como Arena Amazonia de Manaos, un estadio de 270 millones de euros ubicado en medio de unas de las selvas más delicadas ambientalmente de la Tierra, y cuya construcción dejó un impacto negativo en el ambiente además de la muerte de tres trabajadores. Hoy, es un estadio con 42.000 asientos para una ciudad sin un equipo de fútbol de primer nivel, cuyo mantenimiento está costando 225.000 dólares al mes a las arcas del Gobierno.

Qatar 2022, ¿un retroceso?

Recién se apaga el ambiente del Mundial de Rusia y ya las críticas hacia la Copa de Qatar 2022 no se hacen esperar. Pese al anuncio de la FIFA en donde se comprometió a ofrecer estadios amigables con el planeta, construidos conforme a unas normas de sostenibilidad establecidas en lo que han llamado el Sistema Mundial de Evaluación de la Sostenibilidad (GSAS, por sus siglas en inglés), para evaluar edificios e infraestructuras ecológicas, las malas condiciones laborales y el aspecto ético y social nuevamente comienzan a opacar la innovación y la tecnología.

Por ejemplo, uno de los grandes retos de la FIFA con respecto a los estadios es el seguimiento del uso que la población local pueda hacer después de terminado el Mundial, un tema que hoy es fuente de fuertes críticas con los hechos ocurridos en Brasil y que con miras al Mundial del 2022 genera preocupaciones, pues no está claro, por ejemplo, el uso que se hará después del primer estadio modular y desmontable del mundo que se construirá para la cita mundialista en Qatar.

Se trata del escenario deportivo Ras Abu Aboud, diseñado por el estudio de arquitectura español Fenwick Ibarren, que se construirá a partir de contenedores que se pueden unir para formar el armazón del estadio, y luego desmantelarlos y reutilizarlos en otra locación. Debido a los métodos de construcción y diseño que requiere, se necesitarán menos materiales, se crearán menos desechos y se generará una huella de carbono más baja que los estadios construidos tradicionalmente de un tamaño similar. Pero ¿tendrá vida después del evento orbital?

Hay innovación pero otro tema que ha ocupado el centro de atención es el de las condiciones de los trabajadores que intervienen en la preparación del Mundial y la construcción de los estadios y demás escenarios deportivos.

A este respecto ya se escuchan voces de crítica como las de la Fundación para la Democracia Internacional, junto con la Nobel de la Paz Ribogerta Menchú y el reconocido sindicalista y activista de los derechos humanos Lech Walesa, que han denunciado abusos contra la mano de obra migrante en Qatar.

A través de un duro informe titulado: “Detrás de la pasión. La trama de explotación y corrupción del mundial de fútbol de Qatar 2022” se expone que, a pesar de los esfuerzos y las denuncias de algunas organizaciones internacionales, la situación sigue siendo grave. “Según Amnistía Internacional, 2.000 trabajadores, la mayoría nepalíes, han muerto en obras de infraestructuras del Mundial de Qatar”, aseveró Guillermo Whpei, presidente de la Fundación.

Las condiciones laborales han sido fuertemente atacadas, especialmente por el sistema ‘Kafala’ en el cual, si un trabajador quiere cambiar de empleo o salir del país debe ser autorizado por su jefe, y la retención de los pasaportes es una práctica común. De hecho, Whpei, comentó que:

son esclavos. Trabajan entre 16 y 18 horas, a veces a 56 grados centígrados y en condiciones insalubres. Sin olvidar que los trabajadores viven hacinados”.

Al escándalo se han sumado otros episodios como el juicio en Estados Unidos por el escándalo de corrupción en el proceso de adjudicación de la sede y la detención de un equipo de periodistas de la BBC que, pese a ser invitados al país por el mismo Gobierno para conocer -de primera mano- algunos hospedajes de trabajadores y algunas de las villas de empleo, fue detenido por las autoridades, pasó unas noches en la cárcel y los equipos les fueron confiscados.

En cuanto al gasto económico, de acuerdo con declaraciones del ministro de Finanzas de Qatar, Ali Shareef Al-Emadi, este país está gastando cerca de 500 millones de dólares a la semana para acondicionar la infraestructura de cara al evento deportivo; esto hará de Qatar 2022 sea el Mundial más caro de la historia.

Es de aplaudir que la FIFA esté instaurando guías de buenas prácticas para sus competiciones y dando cabida a la innovación y a las nuevas tecnologías para promover la sustentabilidad, pero aún debe trabajar fuertemente en que todas sus actividades trabajen de manera coordinada bajo la sombrilla de este ideal; el planeta no da espera y la FIFA debe empezar a proyectar una imagen coherente con su lema: ‘Living Football: un compromiso con el fútbol, con la gente, con el futuro, con el planeta’.

También puede ser de su interés: Top de Impacto: 10 cuentas que golean y que hay que seguir antes de que se acabe el Mundial Rusia 2018

Fotografías:

"Luzhniki_Stadium2" por Mos.ru licenciado bajo CC BY 4.0, via Wikimedia Commons
"Logo" por Marco de Mojana licenciado bajo CC BY-NC 2.0

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María Camila Gómez Caballero

Comunicadora social y periodista de la Pontificia Universidad Javeriana, con experiencia en comunicación digital, redacción, gestión de redes sociales y alianzas estratégicas.

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