Netflix creó un modelo de distribución de contenidos por Internet que decenas de conglomerados de medios y telecomunicaciones han replicado, en un negocio de entretenimiento que en los últimos 5 años ha movido más de 650.000 millones de dólares en adquisiciones y programación. Sin embargo, ese estándar comienza a mostrar puntos débiles, como el desafío de mantener contenidos de calidad y la altísima fragmentación de la oferta.
Hoy tenemos la mayor cantidad de contenidos audiovisuales desde la aparición de la televisión, pero la fragmentación de esa oferta entre los distintos proveedores que hay en la actualidad se ha convertido en un problema para los usuarios, pues encontrar el programa o la película deseados se hace cada vez más complicado.
La segmentación se da por plataforma y no por la temática a la que pertenece la película o serie, como por ejemplo The Crown, que solo puede ser vista por Netflix, y la saga de Star Wars, por Disney+. De tal manera que el espectador se ve ante la decisión de contratar distintos servicios, asumiendo el costo para la economía familiar que esto conlleva.
Si esto es un problema para los usuarios, el reto es monumental para las plataformas, pues deben generar cada vez más contenidos de calidad para sostener la demanda en los tiempos de las ‘maratones’, que se pueden consumir en un solo fin de semana.
Con series como Stranger Things (Netflix), que cuesta producir 12 millones de dólares por episodio, o The Boys (Amazon Prime Video), que supera los 10 millones de dólares, las inversiones tienen que ser astronómicas para satisfacer el apetito de los usuarios, que cada vez tienen más opciones para explorar.
Este es un negocio joven que se encuentra en plena expansión, pero ¿qué pasará una vez llegue al tope de su crecimiento? Es probable que veamos aumentos en las tarifas, cambios en la forma de distribución de algunas series, volviendo a la periodicidad, y alguna que otra fusión y adquisición, como sucede con los conglomerados de medios.
Por otra parte, las OTT, que hace unos años fueron vistas como futuras responsables de la debacle a la televisión por suscripción (así como se dijo de la TV frente a la radio y de la tableta digital con el PC…), con los llamados cord cutters a la cabeza (es decir, las personas que cortan el cable), hoy, por el contrario, se han convertido en un complemento a esta con el respectivo costo añadido para el usuario.
De hecho, la TV pagada ha logrado aprovechar la situación ampliando su oferta de contenidos lineales hacia otros bajo demanda (TV Everywhere), gracias a que se cuenta con la posibilidad técnica de ver cualquier programa de la grilla aunque ya se haya emitido; tienen acuerdos con las cadenas de televisión para ofrecer acceso gratuito a sus catálogos de series y películas bajo demanda, y permiten la integración de aplicaciones de terceros como Disney+, Netflix y Amazon Prime Video.
Esto les permite convertirse en una especie de hub de entretenimiento que facilita controlar (en parte) la atomización de contenidos desde una misma interfaz.
Datos de la región y Colombia
Según la consultora Business Bureau, en el 2019, casi 59 millones de hogares en América Latina consumieron contenidos OTT. Y se estima que las plataformas por suscripción generan ingresos superiores a 3.700 millones dólares al año; mientras que la compra o alquiler de películas en línea representa 163 millones de dólares en Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, México, Perú y Uruguay.
El 44 % de los hogares en América Latina contrata algún servicio de televisión de pago, y 25% de estos consume además de TV por suscripción contenidos en línea (desde OTT hasta sitios ilegales), dice la consultora en un informe.
Por su parte, en Colombia, de acuerdo con la Comisión de Regulación de Comunicaciones (CRC), el año pasado el 71 % de los hogares contrató algún servicio de televisión por suscripción, mientras que el consumo de contenidos OTT pagados llegó al 24 %.