Para que la teoría del emprendimiento funcione en el país, se requiere que el Estado tenga apertura a nuevos modelos de negocio, lleve al usuario al centro de todas sus decisiones y alcance la velocidad de gestión que el siglo XXI exige.
La teoría del emprendimiento que he aprendido me ha indicado que un buen emprendedor identifica un gran problema, en especial alguno que él mismo vive en carne propia, y desde esa problemática que lo afecta a él –y a muchos más– empieza a idear y desarrollar una potente solución que deriva en una empresa exitosa.
Un ejemplo de esto, citado con frecuencia, es la manera como nace Virgin Atlantic: Richard Branson, su fundador, cansado del maltrato de las aerolíneas, decide emprender y, con un servicio bien diseñado y diferenciado de sus competidores, logra convertir a esta empresa en una de las más importantes del mundo en su industria.
Con la teoría del emprendimiento en la cabeza y el ejemplo de Branson, pero a un nivel diferente, identifiqué un gran problema a partir de mi vivencia del día a día, lo que prometería ser el inicio de un gran emprendimiento. El problema identificado es que el transporte público que tomo a diario es horrible: mal servicio que va hasta el atropello al usuario, total irrespeto a las normas de tránsito por parte de conductores frente a la mirada impávida de las autoridades y pago en efectivo para evadir impuestos, entre otras tristes características.
En este contexto, se me ocurrió una gran idea basada en una solución digital. Usted pensará que me estoy queriendo inventar de nuevo un Uber, pero no: mi medio de transporte al trabajo no es un taxi, vivo en Cajicá y trabajo en Bogotá, por lo que debo tomar un bus intermunicipal, lo que en la región denominan ‘flota’.
Estas flotas van siempre con sobrecupo, no hacen ningún caso a las normas de tránsito, su pago es solo en efectivo –y sin factura–, pocas veces usan las bahías para recoger personas en su lugar –lo hacen en plena autopista–, están en permanente guerra del centavo, lo que hace que excedan la velocidad…. Los invito a ver este video ilustrativo de esta situación: fue grabado tomado hace más de 3 años, pero la situación no ha cambiado en nada.
Aun cuando en este contexto la teoría me indica que tengo una gran oportunidad de negocio, la práctica que hemos visto en los últimos años con el caso Uber, y lo que seguramente vendrá para otras plataformas VTC (vehículos de transporte con conductor), e incluso con las de las patinetas, me demuestra que si me lanzara a crear este emprendimiento, fracasaría. Y no por falta de mercado o de capital, sino porque la regulación y la acción del sector transporte está creada para proteger a gremios anclados al pasado.
La corrupción y la negligencia reinan en este sector, mientras los usuarios no tenemos otra opción que sufrir el mal servicio. Si no fuera así, tendríamos peajes electrónicos integrados en todo el país, trenes de cercanía, vías de clase mundial, servicio de transporte urbano de calidad, por mencionar solo las ‘innovaciones’ obvias.
Este contexto debe cambiar, para que los emprendedores podamos generar las soluciones que nuestra sociedad necesita. Se requiere que el Estado (no solo el Gobierno, sino de los 3 poderes públicos) tenga apertura a nuevos modelos de negocio, lleve al usuario al centro de todas sus decisiones y alcance la velocidad de gestión que el siglo XXI exige.
Y en este caso particular, y mientras el entorno permite que surja un emprendimiento como el que estoy soñando y estaría dispuesto a crear, es urgente que las autoridades y las empresas de transporte intermunicipal se comprometan a mejorar la calidad de su servicio, no solo para mejorar la experiencia de los pasajeros, sino incluso para que se pueda evitar una tragedia.
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Imagen principal: Geralt (Pixabay).