A comienzos de mayo, la empresa de origen griego Beat, que hoy es la segunda plataforma de VTC (vehículos de transporte con conductor) en Colombia, anunció una nueva opción para usuarios y conductores, Beat Lite, que permite la operación de carros con más de 14 años de antigüedad (modelos de 1999 a 2005) y también los más nuevos de 2 puertas, que hasta ahora no podían inscribirse a la plataforma.
Esta nueva modalidad de servicio, que funciona de forma paralela al que ya lleva operando un año en Bogotá, permite a los usuarios tener una opción incluso más económica para transportarse, sin que se sacrifique la seguridad y la calidad, dice la compañía, pues para aprobar el ingreso de los conductores aplicará los filtros habituales y los vehículos deberán estar en buenas condiciones mecánicas.
La movida parece un paso natural en un mercado de alta demanda –Bogotá y las principales ciudades del país están ávidos de más y mejores opciones de transporte–, aunque tiene varias implicaciones. La primera y más evidente, en el propio mercado: la competencia entre los distintos jugadores por atraer más conductores y pasajeros a sus plataformas será aún más intensa con el ingreso de carros con más de 14 años de fabricación, que representan alrededor de la mitad del parque de vehículos particulares de la ciudad.
Y los pasajeros tendrán una opción más para transportarse. Pese a que aún hay taxistas que se quejan por la competencia de estas plataformas, es evidente que hay demanda para todos. Con frecuencia, cuando debo salir de mi casa entre 6:30 y 8 a.m., confirmo que ‘no hay carros para tanta gente’, incluyendo los taxis, así que no están sobrando vehículos que se dispongan a transportar personas en las calles bogotanas.
Por otro lado, la llegada de Beat Lite lleva un mensaje de democratización de la economía colaborativa. Más allá del debate sobre si este concepto colaborativo sea compatible con gigantes tecnológicos como Amazon, Airbnb, Uber, Rappi o la propia Beat, este implica la posibilidad de que miles de personas participen en el intercambio de productos y servicios. Y, sin embargo, hasta ahora los servicios de VTC han sido un privilegio para quienes pueden tener vehículos de fabricación reciente y de 4 puertas, del lado de los conductores, y para los que pueden pagar tarifas similares a las de los taxis o mayores –y en horas pico, incluso exageradas–.
Así que la promesa de que la economía colaborativa es democratizadora no se cumplía hasta ahora, al menos en cuanto al transporte público se refiere. Beat Lite muestra un camino hacia la participación de quienes, por limitaciones económicas, se veían excluidos tanto del negocio de ser conductores como del acceso al servicio.
Y este no es un asunto de poca monta: un alto porcentaje de los conductores de estas plataformas corresponde a personas que no pueden acceder a un empleo tradicional, y que encuentran en estas una manera de obtener ingresos. Madres cabeza de familia, estudiantes, personas con familiares enfermos y muchos más encuentran un medio permanente o transitorio para obtener su sustento o para lograr metas.
En otras palabras, esta modalidad podría ser una fórmula gana-gana para Bogotá, los conductores y sus usuarios, pues se aprovecha un parque automotor ya existente para suplir las necesidades de un segmento de la población.
¿Es el servicio de Beat Lite la ruta correcta? El tiempo lo dirá. Reconozco que no siempre he estado de acuerdo con las ‘medidas democratizadoras’: a finales de 2017, cuando Uber empezó a aceptar efectivo, lo consideré un gran error, pues generaría una baja en la calidad del servicio (por la mayor demanda) e inseguridad para los conductores (ante la falta de una tarjeta de crédito que verificara la identidad de los pasajeros). La predicción se cumplió durante un buen tiempo, pero entendí que la medida como tal no era la causante, sino su mala implementación. Hoy, todas las plataformas reciben efectivo y todas compiten por ofrecer alta seguridad para las partes y buena calidad.
En el caso de Beat Lite, hasta ahora los resultados en los primeros días en Bogotá y también en Lima –donde Beat aterrizó en Latinoamérica– han sido positivos, y no ha habido efectos inesperados o contraproducentes. Aún no hay datos oficiales sobre cuántos conductores de Beat Lite se han sumado a los 50.000 que ya hacen parte de esta comunidad, y es prematuro hacer un balance. Un temor que podría surgir es el del incremento del trancón bogotano ante la supuesta puesta en operación de muchos vehículos modelos 99-05, pero en realidad estos vehículos ya están circulando en la ciudad y su número no va a crecer.
El análisis del tema no puede quedar completo si no se toca el tema regulatorio. En Colombia las plataformas de transporte aún se encuentran en el limbo –MinTIC dice que son legales, Mintransporte, que no–, en muchos países y ciudades –incluso, uno con condiciones culturales muy similares, como México– se han creado marcos regulatorios que no solo han dado tranquilidad a los jugadores tradicionales –los taxistas–, sino que han facilitado la operación de las plataformas, y de esta manera han beneficiado a los ciudadanos.
Mientras esto sucede –y ya llevamos más de 5 años esperando que los funcionarios sean sensatos y diligentes–, las plataformas de VTC siguen su evolución, con la llegada de nuevas modalidades como Beat Lite, el surgimiento de proyectos locales y la llegada de más jugadores internacionales. La innovación y la disrupción digital son imparables, sobre todo cuando resuelven necesidades reales de la gente.
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