Esta es la pregunta que muchos docentes y padres de familia se hacen cuando se les invita a conversar con los jóvenes sobre Internet, redes sociales y temas afines a las TIC; mostrándose escépticos de poder aportar conocimientos a una generación que no por nada ha sido denominada la de los “nativos digitales”.
Sin embargo, no es poco o de menor valor lo que los adultos pueden aportar a los jóvenes en la era digital. Un reciente estudio comisionado por Microsoft y encabezado por la experta en educación argentina, Roxana Morduchowicz, advierte que los adolescentes -pese a que se consideran ‘los duros’ en la materia- en realidad no trascienden del saber instrumental, y carecen de habilidades digitales propias del pensamiento crítico tan necesarias para ser un verdadero ciudadano digital.
Cifras que impactan
Prueba de ello son algunas de las estadísticas obtenidas en dicho estudio, realizado entre agosto y septiembre de 2018 en Bogotá, en el que se entrevistaron a más de 600 estudiantes entres los 14 y 15 años de colegios públicos y privados.
Dentro de los principales hallazgos se encontró que el 80% de los jóvenes se sienten expertos en tecnología, y 60% considera que son los que más saben en su casa sobre el tema. Pero al preguntar sobre qué temas en específicos dominan, las respuestas más comunes se relacionaban con desbloquear la pantalla, escribir rápido, entrar a Internet, entre otras habilidades de carácter operacional.
Y para ir más a fondo, a la pregunta ‘¿dónde buscas información en la web?’, 55% respondió que en el primer sitio que aparece, y 15% que en Wikipedia; ambas opciones poco confiables si se tiene en cuenta que el primer sitio que aparece en la búsqueda no necesariamente es el mejor ya que puede haber pagado para salir en esa posición, y los sitios web de construcción colectiva pueden contener datos erróneos o falsos que deberían ser comparados con otras fuentes de información.
Un aspecto alarmante si se tiene presente que muchos jóvenes pueden estar aportando a la viralización de contenidos falsos sin intención, agravando el fenómeno de las ‘fake news’. De hecho, según Morduchowicz, datos de estudio de la Universidad de Standford de 2016 concluyeron que 8 de cada 10 jóvenes de los Estados Unidos creen todo lo que ven en Internet, mientras que un estudio de Ofcom de 2015 expuso que 7 de cada 10 no diferencian entre qué es publicidad y qué es información.
También llama la atención que el 80% de los adolescentes encuestados en Bogotá afirman que es muy importante saber programar, ya sea para tener un mejor trabajo o porque piensan estudiar sistemas, pero el 40% piensa que saber programar es usar Word o Excel.
¿Qué hacer frente a esta problemática?
Al respecto, la investigadora argentina concluyó que:
“maestros, padres y madres comencemos a formar a nuestros chicos en competencias digitales para hacer uso de las herramientas tecnológicas con eficacia. La escuela no debe competir con Google en quién les da información a los jóvenes, sino que debe invitarlos a analizar la información que encuentran, a analizarla, a filtrarla, y liberarlos de la infoxicación, ya que a mayor información hay mayor confusión”.
Con ella concuerda Andrés Umaña, director de asuntos legales de Microsoft Colombia, al afirmar que:
“para que nuestros jóvenes hagan parte verdaderamente de la Cuarta Revolución Industrial y estén listos para el mundo laboral del futuro, es indispensable que adquieran habilidades en programación, ciencias de la computación, pensamiento analítico y crítico, creatividad, entre otras, que sin importar la carrera que decidan cursar les serán de gran utilidad”.
Por tanto, la invitación es que hay que estimular esas competencias digitales, en las que también hace énfasis la UNESCO: pensamiento crítico, comprensión, análisis y resolución de problemas, iniciativa, toma de decisiones, curiosidad, imaginación, creatividad, trabajo en equipo y comunicación.
Finalmente, Morduchowicz recalcó que, frente a este panorama, el mundo comienza a pensar si es acertado acuñar el término ‘nativos digitales’ por la edad o generación a la que puede pertenecer un individuo, o si es mejor atribuirlo a aquellas personas que hayan incorporado las competencias necesarias para hacer un uso seguro, reflexivo, crítico y creativo de las tecnologías. El debate sigue en pie.