El átomo es una de las partículas más pequeñas que existen (precisamente, de ahí hacia abajo todo es subatómico), pero cuyo poder tiene consecuencias gigantescas. Y es que, así como Carl Sagan alguna vez dijo que el estudio del espacio es una experiencia en la humildad, los átomos que forman cada una de las fibras de nuestro universo también han servido para darnos una lección en humildad.
Aunque extremadamente diminutos, los átomos y sus reacciones fueron responsables de las bombas nucleares en Hiroshima y Nagasaki, y también del peor desastre nuclear de la historia: Chernóbil. Sin embargo, aunque recordada por estos eventos, la radiación ha tenido desde su descubrimiento aplicaciones relevantes, y hoy en día se usa ampliamente en el campo médico con aplicaciones como la radioterapia.
Este lunes 26 de abril se cumplen 3 décadas y media desde Chernóbil, pero las imágenes de la catástrofe siguen estando vivas en las mentes de los sobrevivientes.
¿Cómo está la zona hoy en día?
El reactor 4 de la planta nuclear de Chernóbil explotó a la 1:23 a.m. del 26 de abril de 1986. La explosión destruyó parte de la planta y dejó expuesto el reactor, que siguió en llamas por 9 días, liberando contaminación radioactiva en el aire durante el proceso. Dicha contaminación no solamente llegó al pueblo vecino de Pripyat, sino también a Bielorrusia y otros países del oeste europeo.
Como respuesta, el entonces gobierno soviético decretó en un primer momento una zona de exclusión de 10 km, que luego sería aumentada a 30 km. Al final, se acabaría evacuando un poco más de 350.000 residentes de la zona. Estos 30 km se mantienen hasta hoy en día, y aunque los niveles de radiactividad han bajado, la historia ha mostrado que la respuesta del gobierno soviético no fue la mejor.
“En Chernóbil hubo una falla de seguridad, se subió la temperatura y hubo una explosión, que no fue una explosión nuclear. Explota y salen materiales radioactivos porque no estaban cubiertos, se crea una nube radioactiva y parte de los materiales caen dentro del área cercana, incluyendo la ciudad de Pripyat”, explica Diego Alejandro Torres, doctor en física nuclear y profesor de la Universidad Nacional de Colombia
El problema con esto es que la radioactividad en la capa superior de la tierra eventualmente se filtra a capas subterráneas, impregnándola con contaminación radioactiva. Torres continúa: “¿Cuál hubiera sido el procedimiento que se debió seguir, que sí hicieron los japoneses en Fukushima? Levantas la tierra, haces un barrido, los acumulas en cierto sector y dejas que los materiales decaigan naturalmente, algunos en 20 o 30 años, pero otros tienen una vida más larga”.
Esta falla en el manejo de las secuelas de la explosión ha significado también un gasto de 68.000 millones de cólares. El reactor 4 fue eventualmente sellado y separado por paredes de concreto, y en 2017 se completó la construcción de un confinamiento seguro alrededor de la planta que tiene proyectado durar 100 años.
Hoy en día, incluso pese al estigma que tiene la zona de exclusión, se estima que 100 personas viven permanentemente en la zona. Incluso más extraño, se han creado paquetes turísticos para personas que deseen visitar la ciudad de Pripyat.
¿En dónde queda la energía nuclear?
Precisamente este mismo estigma es el que ha afectado la percepción pública de la energía nuclear. Aunque Chernóbil fue el más desastroso, también se recuerdan los accidentes de Fukushima el 11 de marzo de 2011, en Japón y de 3 Mile Island el 28 de marzo de 1979, en Estados Unidos. Mientras que países como Alemania quieren cerrar sus reactores nucleares para 2022, otros como China e India no paran de construir reactores para suplir la demanda de energía.
“La energía es una huella clara del crecimiento de un país. Cuando un país empieza a crecer económicamente, la demanda de energía empieza a crecer. Eso lo vemos inclusive en Colombia, en donde la demanda de energía ha hecho que tengamos proyectos como Hidroituango”, nos explica Diego Torres.
Y es que, en un contexto de reducción de la huella de carbono y a falta de la expansión necesaria de energías como la solar o eólica, la energía nuclear se postula como un puente importante en la liberación de la energía proveniente de carbón o petróleo. La energía nuclear no solo es tremendamente eficiente, sino que además no produce emisiones de carbono. Precisamente en Alemania, tan pronto se apagaron los reactores nucleares, las emisiones de carbono aumentaron debido a que el hueco en la demanda de energía fue llenado con plantas de carbón.
Según el doctor en Física Nuclear de la U. Nacional y otros expertos en el tema, el futuro de la energía no está solamente en la energía solar, o en la eólica, o en la nuclear, sino en todas trabajando en conjunto para suplir la demanda de energía que crece año a año y dejar de depender por completo en combustibles fósiles. Una píldora difícil de tragar es que, si bien las imágenes de la radiación de Chernóbil y Fukushima hacen temer sobre los peligros de la energía nuclear, lo cierto es que estas tragedias palidecen frente a los riesgos del carbón, el petróleo e incluso el gas natural.
Aunque las imágenes de los desastres nucleares nunca dejarán de ser importantes y no debemos nunca olvidar a las víctimas, la quema de carbón y petróleo mata anualmente a más de 8,7 millones de personas en el mundo por complicaciones relacionadas con la polución del aire.
[su_box title=”¿Y los residuos?” style=”default” box_color=”#4479B8″ title_color=”#FFFFFF” radius=”3″ class=””]
Tal vez el argumento más grande en contra de la energía nuclear son los residuos nucleares. Contrario a lo que se pueda pensar, la energía nuclear necesita de combustible, que en la mayoría de los casos es uranio o plutonio. Este combustible es utilizado y debe ser reemplazado rutinariamente. En promedio, una planta nuclear produce entre 25 y 30 toneladas anuales de residuos.
En Francia, donde la energía nuclear representa el 70 % de la producción, los residuos son reprocesados y solamente el 0,2 % es considerado como radioactivamente peligroso. La mayoría de los residuos son almacenados en bodegas seguras subterráneas, en donde decaen naturalmente con el pasar de los años.
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La demanda crece y la tecnología avanza
Además de representar una alternativa con mucha menos contaminación que los combustibles fósiles, la energía nuclear no es una tecnología nueva, y esto ha permitido que se den avances importantes en materia de seguridad. Hoy en día muchos reactores tienen sistemas de apagado automático (a diferencia del control manual que tenía Chernóbil) que detectan eventos como terremotos y controlan la fisión dentro de un reactor sin tener que depender de humanos.
“El problema de las plantas nucleares, el problema de Chernóbil, fue la irresponsabilidad en el manejo de la planta nuclear. Pero volvemos al punto, tenemos alrededor de 440 plantas nucleares produciendo energía alrededor del mundo –explica Diego Torres–. De hecho, los estándares de seguridad están por encima de los de la aviación”.
Uno de los estudios más completos en los efectos a largo plazo de la tragedia de Chernóbil demostró que no existen mutaciones o cambios significativos en los hijos de personas que estuvieron expuestas a radioactividad. El problema, entonces, es más de percepción y de costos. Al igual que sucede con los aviones, que son percibidos como más letales que los automóviles pese a que no es un hecho, la energía nuclear nos hace pensar en nubes de hongos nucleares, en bombas, en víctimas de radiación y en deformidades. De la misma forma, construir una planta nuclear requiere entre 5 y 10 años con costos de entre 5.000 millones y 9.000 millones de dólares por planta; un costo bastante restrictivo para muchos países.
Sin embargo, más allá del rechazo completo, la energía nuclear bien implementada puede ser la clave para reducir nuestras emisiones de carbono a corto plazo y dar más tiempo para que las energías renovables maduren y puedan entrar a complementar un futuro con energías mucho más limpias. Las bombas y desastres como Chernóbil sirven para recordarnos del poder que tenemos en nuestras manos, y no deben ser olvidados, pero la energía nuclear es una alternativa real hacia el amanecer de un futuro más amigable con el planeta.
[su_box title=”Si quiere saber más sobre Chernóbil…” style=”default” box_color=”#4479B8″ title_color=”#FFFFFF” radius=”3″ class=””]
Chernóbil ha quedado no solamente en la memoria de las víctimas, sino que también ha probado ser uno de los eventos más impactactes de contar por medio de dramatizaciones, juegos y novelas.
- Literatura: Sobre Chernóbil se ha escrito bastante, pero algunos autores y libros se destacan. ‘Voces de Chernóbil’, escrita por la nobel en literatura Svetlana Alexievich, cuenta las experiencias de los sobrevientes de la tragedia. ‘Midnight in Chernobyl’, de Adam Higginbotham, y ‘Chernobyl 1:23:40’, de Andrew Leatherbarrow, son algunos de los mejores recuentos de la historia de la tragedia.
- Series o películas: En el terreno audiovisual, la tragedia de Chernóbil ha traído consigo también historias falsas de zombis y animales salvajes radioactivos. ‘Chernobyl’, producida por HBO, es sin duda alguna la miniserie que interesados en el desastre o no deberían ver. De la misma forma, el documental ‘Chernobyl.3828’ cuenta uno de los relatos más desgarradores de toda la tragedia.
- Videojuegos: Naturalmente, el desastre nuclear ha servido como trasfondo en videojuegos de supervivencia. Los juegos de la serie S.T.A.L.K.E.R. ‘Shadow of Chernobyl’, ‘Clear Sky’ y ‘Call of Pripyat’ son sin duda alguna los más populares. Personas interesadas en desastres nucleares más allá de Chernóbil pueden jugar la serie ‘Fallout’.
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Imagen principal: Wikimedia