Hace unas semanas culminó en Glasgow una nueva reunión del tratado de Naciones Unidas sobre cambio climático. Una nueva reunión y una nueva decepción. Los gobiernos de los principales países del mundo siguen sin tomar las medidas exigentes que la sociedad demanda para mitigar el calentamiento terrestre.
Ahora bien, no hemos de perder de vista que esas medidas tendrán repercusión sobre nuestros hábitos cotidianos. El consumo ciudadano es el principal responsable de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI): entre el 60 y el 75 % de los GEI están ligados a nuestro transporte, comida, vestido o climatización.
La conexión entre las emisiones globales y las individuales puede realizarse a través de un mejor entendimiento de la huella de carbono (HC). En este artículo pretendo explicar cómo se calcula, cuáles son los principales factores que la explican y qué repercusión tiene sobre la mitigación del cambio climático.
¿Qué es la huella de carbono?
La huella de carbono de un determinado producto o actividad mide la cantidad de emisiones de GEI asignables a ese consumo o actividad. Como en cualquier otra dimensión del impacto ambiental que generamos, es necesario considerar esas emisiones a lo largo del ciclo de vida del producto.
En este sentido, suelen distinguirse 2 tipos de alcances:
- El denominado ‘de la cuna a la puerta’ (cradle to gate o business to business, B2B) incluye las emisiones ligadas a la producción, transporte y almacenamiento del producto hasta su adquisición por el consumidor o por otra empresa.
- El alcance ‘de la cuna a la tumba’ (cradle-to-grave o business to consumer, B2C) incluye también los procesos ligados a la fase de uso y su eventual reutilización o reciclado (que puedan compensar en parte las emisiones previas).
Puesto que la huella de carbono se orienta a medir nuestro impacto sobre el cambio climático, su cálculo supone considerar todos los gases de efecto invernadero que se han emitido como consecuencia de la actividad o producto que estemos considerando.
Los GEI más destacados son el dióxido de carbono (CO₂), el metano (CH₄) y el óxido nitroso (N₂O). Para tener una escala común de emisiones y simplificar su análisis, la huella de carbono suele expresarse en masa (gramos, kilogramos, toneladas…) de CO₂ equivalente (CO₂e). Se convierten así todas las emisiones a las que supondría una masa de CO₂ de similar potencial de calentamiento global (PCG).
Este concepto, que a veces se denomina también potencial de forzamiento radiativo, indica la capacidad de un determinado gas de aumentar el efecto invernadero comparada con la del dióxido de carbono, considerando un plazo de tiempo determinado (generalmente 100 años). Por ejemplo, según datos del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), el metano tiene 28 veces más PCG que el CO₂; y el N₂O, 265 veces más.
¿Cómo se calcula?
La huella de carbono de cualquier actividad o producto es el resultado del sumatorio de las emisiones de todos los gases de efecto invernadero usados en su obtención multiplicados por su potencial de calentamiento global correspondiente. Todo ello expresado en kilogramos de CO₂.
La huella de carbono suele expresarse en kg de emisiones por kg de masa del producto (por ejemplo: 1,2 kg de CO₂e por kg de pan consumido), en kg por km recorrido (para viajes de avión, por ejemplo) o en kg por superficie (CO₂e emitidos por km² deforestado).
Las emisiones se calculan sumando las producidas en el ciclo de vida que estemos considerando. Por ejemplo, para calcular la huella de carbono de un alimento deberíamos sumar las emisiones que se han producido en el cultivo, transformación, transporte, almacenamiento y distribución del producto, hasta que lo adquiere un cliente en el supermercado. Esto supone estimar las emisiones producidas por todos los insumos y energía requeridos en la roturación, siembra, abonado, etc.
Además, hay que tener en cuenta que algunas fases del ciclo de vida pueden implicar absorción de CO₂. En esa fase no sería emisor sino sumidero, incluyéndose con valor negativo en el cálculo total.
Huella de carbono de organizaciones, productos o servicios
La Unión Europea viene apostando por el desarrollo de metodologías que permitan el cálculo, certificación y comunicación estandarizada de la huella de carbono de productos y organizaciones, como muestran los proyectos pilotos ejecutados en los últimos años.
Los estándares o normativas para el cálculo de la HC se suelen distinguir en función de su ámbito de aplicación. Por un lado, aquellos que se aplican a organizaciones y, por otro, los que se aplican a productos, servicios o eventos.
Lo ideal sería que el cálculo de la huella de carbono estuviera accesible a cualquier consumidor que quiera conocer el impacto climático de lo que está adquiriendo: comida, ropa, transporte, etc., pero actualmente esta información sólo está disponible en algunos productos. En los pasajes de avión suele incorporarse rutinariamente, mientras que en los alimentos es muy poco frecuente.
Si los consumidores tuvieran el dato de la huella de carbono, aquellos con mayor compromiso ambiental podrían usarlo para tomar decisiones más informadas. Podrían primar aquellos productores que tuvieran procedimientos más eficientes energéticamente, ya sea porque se encuentren en lugares más próximos (comercio de proximidad) o porque empleen energías de baja emisión.
Cómo conocer y reducir la huella de carbono
Otra forma de ser más consciente de nuestras emisiones es calcular la huella de carbono de nuestra actividad concreta, a lo largo de un periodo largo de tiempo (generalmente un año). Esto permite hacernos una mejor idea del impacto climático de nuestros hábitos, conociendo los sectores donde puede resultar muy superior respecto a otras personas con similares condiciones a las nuestras (tipo de trabajo, edad, ingresos, etc.).
Con este fin se han diseñado distintas calculadoras de huella de carbono, disponibles gratuitamente en Internet, que facilitan una estimación cuantitativa de las emisiones personales, así como de la eficacia de diferentes medidas de mitigación del cambio climático. Recientemente, hemos desarrollado un observatorio de huella de carbono, que incluye un ejemplo de este tipo de calculadoras.
En un reciente estudio sobre los factores de la huella de carbono en España a partir de un muestreo de 1.000 personas, observamos que la huella de carbono del consumo suponía un 73 % de las emisiones totales del país. Los sectores más importantes son el transporte y la alimentación, que suponen el 78 % del total.
Los principales factores determinantes de la huella de carbono resultaron ser la edad (más baja para los más jóvenes y los más mayores), el nivel de ingresos (a mayores ingresos, mayor HC) y tipo de trabajo (con mayor huella para empleos rurales). Los factores internos (conocimiento, nivel de compromiso) no fueron tan explicativos, salvo para la huella de carbono ligada a los alimentos.
Curiosamente, observamos que el nivel de activismo climático no estaba ligado a la huella de carbono personal, lo que puede indicar una desconexión entre compromiso y hábitos o una falta de información sobre la huella de carbono asociada a actividades concretas.
Emilio Chuvieco Salinero, Catedrático de Geografía, Universidad de Alcalá
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
Imagen principal: Max Pixel