Hablando en términos generales, cuando pensamos en conexión a Internet pensamos también cables de fibra óptica o tal vez en Internet móvil. Después de todo, aunque a veces pensamos en Internet como algo abstracto, lo cierto es que al final del día gran parte de nuestra conectividad está basada en cables que conectan elementos como antenas, módems, enrutadores, centros de datos y servidores.
Arquímedes dijo alguna vez que la distancia más corta entre dos puntos es una línea recta. Si una conexión a Internet requiere la conexión de dos puntos, la ruta más rápida será también la más corta. Ese es por lo menos un ideal que quisiéramos que fuera real, pero lo cierto es que la Tierra en donde habitamos no tiene terrenos tan amigables para que esta aserción sea aplicada.
Crear una conexión de Internet por cable puede significar también tener que pasar montañas y valles, temperaturas altas y bajas para poder llegar al usuario final. Los costos en planeación y ejecución de este tipo de proyectos no son pocos. En Estados Unidos, un tendido de fibra óptica cuesta entre 18.000 y 22.000 dólares por milla –en 66 y 81 millones de pesos colombianos–.
La solución está en el aire
En muchos casos, además, estos tendidos deben llegar a poblados remotos y relativamente pequeños, lo que hace que económicamente sean poco apetecidos. Este tipo de dificultades han ayudado a crear una brecha de conexión, en la que las ciudades y poblados más grandes –y por ende también los más viables económicamente– son los territorios más conectados, mientras que los poblados más pequeños se quedan sin conexión.
Frente a esto, las conexiones móviles y de Internet satelital se han popularizado para suplir esta necesidad de conectividad. El Internet satelital en particular ha crecido considerablemente en la última década y se ha convertido en una opción mucho más robusta de lo que solía ser hace muchos años.
“Siempre ha existido un estigma sobre las comunicaciones satelitales, que son costosas y poco competitivas. Sin embargo, según Euro Consulting, desde el 2018 hasta 2025 se tiene una estimación de crecimiento del 21 %, sobre todo si tenemos en cuenta que es una industria de 143.000 millones de euros. Esto muestra una confianza en este tipo de tecnología, principalmente porque han venido cortando la brecha con otros tipos de conexión”, nos explica Victor Ariza, director senior para Latinoamérica de SES, una compañía propietaria y operadora de satélites de comunicaciones. SES, en conjunto con Inred en Colombia, han logrado llevar centros digitales a lugares como San Andres, Providencia y Leticia.
Según Ariza, la tendencia acelerada hacia la conectividad ha permitido que las conexiones satelitales de Internet crezcan mucho más de escala. Entre más volumen de lanzamientos, satélites y clientes, operadores como SES y proveedores como Hughes o SkyNet pueden reducir costos y ser muchos más competitivos los unos con los otros. De la misma forma, compañías disruptivas como SpaceX y Starlink han servido para rejuvenecer la industria.
En el pasado
Aunque el Internet satelital puede ofrecer una conexión a la red que se salta cualquier geografía del mundo, esta tecnología también cuenta con otros desafíos. Para empezar, no todos los satélites son fabricados iguales, y tampoco orbitan la Tierra de la misma forma. En el pasado, la mayoría de los satélites de comunicaciones lanzados realizaban una órbita que se llama geoestacionaria.
En términos sencillos, en esta órbita el satélite se mantiene de forma estacionaria en el espacio, moviéndose al mismo tiempo que la tierra. Es decir, si pudieramos ver estos satélites, se verían como un punto negro en el espacio que no se mueve ni de día ni de noche. Un satélite de comunicaciones geoestacionario permite tener siempre cobertura sobre el mismo territorio, así como tener una cobertura mucho más amplia de la Tierra.
Sin embargo, la órbita geoestacionaria tiene 2 desventajas principales. La primera es su distancia, ya que un satélite de este tipo debe estar ubicado a por lo menos 36.000 km por encima de la tierra. De la misma forma, su gran cobertura significa que el ancho de banda de un satélite es más reducido. Estas limitaciones se tradujeron a que por muchos años el Internet satelital fuera considerado no solamente lento, sino también con un ancho de banda pobre.
Esto trajo problemas como latencias bastante altas, caídas de conexión debido a formación de nubes y también restricciones en la cantidad de datos transmitidos. Incluso frente a la dificultad de conectar por tierra, las conexiones satelitales tampoco gozaban de una reputación favorable y sus costos significaron que mucho del potencial se estaba quedando sin explorar.
¿Cómo está hoy el mercado?
“Las comunicaciones satelitales han sido objeto de maduración, de mejoras en el tiempo, y hoy por hoy la oferta satelital es mucho mejor que en años anteriores. Los niveles de cobertura son mucho más amplios, es el único sistema de telecomunicación que es capaz de ofrecer cobertura en el 100 % del planeta”, señala el director senior para Latinoamérica de SES.
La latencia es un problema inherenta a la distancia que debe necesariamente recorrer un paquete de datos en línea, y por eso parte de la solución ha sido desplegar nuevos satélites más cercanos a la Tierra. “La latencia se ha venido reduciendo porque existen alternativas a la geoestacionaria que conocemos. En nuestro caso contamos con la constelación O3B –afirma Ariza–. Estamos hablando de latencias entre 120 y 150 ms, lo cual lo hace en temas de desempeño muy cercano a la fibra óptica”.
O3b hace referencia a la constelación actual de 20 satélites de SES en órbita intermedia –a 8.000 km de la tierra–, y que próximamente será complementada con o3b mPOWER. Tener órbitas más bajas a la geoestacionaria también significa una cobertura más reducida, pero con más ancho de banda y menor latencia para los usuarios en la Tierra. Esta constelación será lanzada al espacio en los siguientes meses, utilizando cohetes Falcon 9 de SpaceX.
SpaceX y Starlink han venido lanzado desde hace 2 años satélites de órbita baja, es decir no más de 1.200 km por encima de la superficie terrestre. Estos seguramente ofrecerán latencia muy baja, y anchos de banda muy altos en comparación a lo que existía hace algunos años.
“En términos de economía, más de 16.000 millones [de dólares] están dependiendo de la conectividad a Internet. El impacto es muy grande, y teniendo en cuenta otros jugadores grandes como SpaceX o las nuevas constelaciones satelitales de Amazon, se demuestra que hay una apuesta muy grande de la industria por las comunicaciones satelitales”, afirma Ariza.
Acá mismo, en Colombia, los satélites de SES de órbita media ofrecen conectividad a las islas de San Andrés y Providencia. Al otro lado del país, el proveedor SkyNet fue seleccionado por el Ministerio de Telecomunicaciones de Colombia –MinTIC–, para instalar, operar y mantener cinco puntos de acceso Wi-Fi en Leticia que utilizan la constelación satelital de SES.
Todos los caminos llevan a Roma
Pero mientras que este aumento en las habilidades de los satélites para llevar conectividad a más partes del país es una noticia buena, no debemos pensar que es la única solución. Las conexiones satelitales, como cualquier otra, tiene ventajas y desventajas que deben ser equilibradas con otros tipos de conexiones.
“Las conexiones satelitales son habilitadoras. Todo esto no es posible si no existe la ‘comunectividad’, y para eso lograr la conectividad de última milla es clave”, dice Ariza. Esta ‘comunectividad’ se refiere a que la conectividad sea una comunidad, ofrecida por proveedores satelitales, de Internet móvil y de fibra óptica. “Nosotros [SES] entramos como un complemento que habilita de alguna manera el acceso, la igualdad y la posibilidad de que cualquier persona pueda llevar la conectividad a cualquier lugar. Tenemos una responsabilidad muy grande”.
La solución a la brecha digital no está en un solo tipo de conexión, sino en la implementación de distintas soluciones que trabajando unas con otras se vuelven a su vez mucho más robustas. Mientras que los satélites pueden llegar a regiones apartadas del país, la fibra óptica no puede quedarse en las ciudades, sino expandirse para complementar la oferta del Internet satelital.
Sobre todo en un mundo que depende cada día más de la conectividad, los usuarios deben poder tener garantizada su conexión de alta calidad, sin importar cómo se hace o con qué tecnología. “Creemos que nosotros como industria, como sector privado, necesitamos seguir haciendo inversión para seguir construyendo estos ecosistemas que requieren fundamentalmente de conectividad”.
Imagen principal: Nasa