“Nadie sabe lo que me duele” es una frase que se escucha con no poca frecuencia, bien sea para referirse a dolores físicos o a dolores del alma. Sin embargo, es importante saber que sea de un tipo o del otro, siempre existe una profunda conexión entre el dolor y la emoción. Así lo explica Guillermo Cecchi, físico argentino que trabaja en el laboratorio de invetigaciones Watson de IBM, en un área cuyo nombre es bastante singular: psiquiatría computacional.
Parte de lo que se hace allí es buscar alternativas al tratamiento del dolor mediante el uso de la tecnología. Y no porque los profesionales en salud mental no estén lo suficientemente capacitados para hacerlo con los métodos tradicionales, sino porque en ocasiones no dan abasto para atender el alto volumen de consultas. Hay que recordar –afirma Cecchi– que antes de la pandemia, la salud mental ya era uno de los principales problemas de salud pública en el mundo. Ni qué decir ahora, que el encierro y la incertidumbre causan efectos negativos en la mente de las personas.
Una de esas tecnologías que se están empleando es la Inteligencia Artificial, que combinada con el uso de dispositivos como celulares o wearables permite hacer un seguimiento de los biomarcadores relacionados con la sensación de dolor. Los biomarcadores –sabíamos que iba a preguntar eso– pueden ser condiciones como el estado de ánimo de las personas, la manera como se expresan, el nivel de actividad que realizan, sus niveles de sueño, pulso, ritmo cardiaco. También hay marcadores contextuales relacionados con la actividad social o laboral de las personas, que también son importantes.
¿Y qué tiene que ver todo eso con el tratamiento del dolor? Bueno… ya mencionamos la conexión profunda entre dolor y emoción. En palabras de Cecchi, el dolor siempre involucra al cerebro, no existe dolor sin actividad mental, son inseparables. Prueba de ello es que cuando nos damos un martillazo en un dedo no recitamos un poema, sino que nuestra mente reacciona dejando salir de nuestra boca insultos que tal vez (solo tal vez) no diríamos bajo condiciones normales… aunque se dan casos.
Cuando el dolor es agudo –el que se produce por el martillazo en el dedo o por una inyección, por ejemplo–, esta medición tendría que ser instantánea. Pero en el caso de dolores crónicos, que pueden estar relacionados con dolencias a largo plazo, bien sea físicas o emocionales, el seguimiento a los biomarcadores y el uso de la Inteligencia Artificial pueden dar información más precisa para determinar, por ejemplo, las dosis adecuadas de un medicamento o para adaptar los patrones de estimulación de un dispositivo para contrarrestar ese dolor.
“El dolor crónico es algo que puede tener un origen puramente fisiológico, periférico; o puede tener otro tipo de origen y terminar como un dolor que afecta la vida de las personas. Y no solo es el dolor físico, también puede ser el dolor del rechazo romántico o de la sociedad. Y eso se llama dolor en cualquier lenguaje en el mundo”, explica Cecchi. Pero no todas las personas sienten el dolor de la misma forma ni con la misma intensidad. O sea, realmente es cierto que “nadie sabe lo que me duele”.
Por eso es que la mezcla de biomarcadores con Inteligencia Artificial puede dar información más precisa con respecto a la manera como cada persona siente el dolor y contribuir a que su tratamiento sea más efectivo o más preciso. Se podría decir que con el uso de la tecnología se puede tener una percepción más objetiva del dolor, pero ‘objetiva’ es una palabra que el investigador de IBM mira con reserva: “En general trato de no usar la palabra ‘objetivo’ cuando se habla del comportamiento humano, porque nada de lo que podamos hacer es objetivo en el sentido en que sea completamente independiente del juicio. Esto es algo que traemos de la ciencia clásica, de la física, la astronomía. Tiene mucho sentido hablar objetivamente de la posición de la Luna, pero ese paradigma no se puede aplicar a todas las ciencias”.
Lo que sí se puede hacer, agrega Cecchi, es tener una mirada consensuada y consistente del estado de una persona. “Eso incluye preguntarle cómo se siente, entender cómo su estado de ánimo ha cambiado cuando se le preguntan cosas que no tienen que ver directamente con el dolor, y así hacemos una combinación de formas distintas de ver a la persona, porque no somos unidimensionales, somos multidimensionales. El hecho de sentir un dolor crónico hace que nuestros comportamientos cambien. Eso es lo que entendemos por objetividad, tener una representación multidimensional de la persona que sea consistente”.
Una consulta que dura todos los días
Así, mediante el uso de los wearebles y otros dispositivos, la interacción no se reduce a una consulta cada 3 meses en la que el paciente le dice al médico cuál es la intesidad de su dolor en una escala de 1 a 10, sino que el profesional puede interactuar con la persona de manera casi cotidiana, recibir mensajes de texto, informes sobre su actividad o sus patrones de sueño. El resultado puede ser más preciso en la medida en que la información se produce mientras el paciente está en su casa o ejecutando sus actividades diarias, no solamente es la que se recoge durante una consulta cada determinado tiempo, en la que se pueden exagerar o minimizar la información que se entrega, o simplemente se puede sentir estrés por el ambiente del consultorio.
La información de la consulta, sin embargo, también se tiene en cuenta para el diagnóstico y el tratamiento, pues tiene ‘texto entre líneas’ que se puede relacionar con las otras mediciones que realiza la Inteligencia Artificial. Es información complementaria.
El principio que se usa para el tratamiento del dolor se emplea para la interpretación de biomarcadores presentes en enfermedades como Alzheimer, Parkinson, Psicosis o Esquizofrenia, de manera que el campo de acción hacia el futuro es bastante amplio.
Así que la próxima vez que oiga a alguien decir “nadie sabe lo que me duele”, creále. Pero tenga la seguridad de que esa persona tampoco sabe lo que a usted le duele. Es posible que la única que pueda saberlo de manera más o menos precisa sea la Inteligencia Artificial.
Imagen principal: Geralt (Pixabay).