Cada día que pasa, al usar nuestos computadores, teléfonos, tabletas y dispositivos inteligentes para conectarnos con otras personas, empresas e instituciones en el mundo digital, dejamos un historial en línea del que tal vez no nos damos cuenta. El historial de videos que vemos en YouTube, el historial de compras en una tienda en línea, el historial de los sitios que visitamos en nuestro navegador, de los ‘Me gusta’ que dimos en las redes sociales; todo queda registrado en algún lado.
Ese rastro que dejamos en las redes se conoce como la Huella Digital y es unos de los elementos más importantes de la Ciudadanía Digital. En especial ahora que, motivada por la pandemia, mucha de nuestra vida se ha trasladado al espacio virtual y el consumo de enformación en línea se ha hecho más prevalente e incluso esencial para mantener nuestro ritmo de vida.
Esencialmente, la Huella Digital consiste en todos los registros e información que dejamos a medida que interactuamos con Internet y los espacios digitales en general. Este rastro es, por lo general, generado de forma inconsciente y sin que tengamos un papel activo en su creación.
Esta actitud pasiva es, precisamente, lo que diferencia a la Huella Digital de lo que se conoce como Marca Personal o Identidad Digital. La marca personal de una persona son las acciones en Internet que se realizan de forma activa, como publicar o dejar comentarios en redes sociales. La Huella Digital comprende temas más sutiles y que a veces no nos damos cuenta, como el historial de qué estoy buscando o qué estoy consumiendo en la web.
Un poco de historia de Internet
Cuando Tim Berners-Lee creó el primer estándar web, su meta principal era tener un lugar en donde se pudiera encontrar cualquier información. Berners-Lee es generalmente aceptado como el creador de la World Wide Web (WWW), que es precisamente la razón por la que los sitios web empezaban con esas tres letras.
En sus principios, la web no era muy dinámica y muchos de los contenidos eran estáticos. Nuestros navegadores web (hoy en día Chrome, Edge, Firefox, etc.) envían una solicitud a los servidores donde los sitios web están alojados. El servidor web lee la solicitud del navegador y luego envía a nuestros dispositivos la información que le pedimos.
En sus inicios más básicos, esta interacción era sencilla. Eso significa que el servidor no podía diferenciar entre distintos usuarios que intentaran acceder al mismo sitio, por lo que la información que mostraba era estática y nunca variaba. En un ejemplo práctico, un sitio web de este tipo no era capaz de almacenar información como nombres de usuario o contraseñas, por lo que siempre que lo visitábamos era necesario iniciar sesión.
Todo esto cambió cuando un programador llamado Lou Montulli ideó la forma para que la interacción entre servidor y navegador fuera más dinámica. Trabajando para Netscape –el primer navegador web para consumidores de la historia–, Montulli desarrolló el protocolo que hoy conocemos como cookie.
Estas galletas no son las de la abuela
No hay duda alguna de que las cookies almacenan gran parte de nuestra Huella Digital. En ellas, compañías como Amazon, Facebook o Google pueden encontrar hábitos de consumo que luego son utilizados para personalizar anuncios y volverlos mucho más efectivos.
Volviendo a la interacción entre servidor y navegador web, una cookie es un pequeño archivo almacenado en nuestro computador que es enviado con cada solicitud al servidor. En otras palabras, al entrar a un sitio web, lo primero que este hace es buscar si nuestro navegador envía una cookie que haya sido generada en una visita anterior, en la que suele haber un registro de las actividades que se realizaron, para facilitar o acelerar la interacción con el usuario. Gracias a las cookies podemos, por ejemplo, marcar la casilla para mantener una cuenta abierta y que el sitio web recuerde nuestras preferencias.
Sin embargo, no todas las cookies son iguales. Este mecanismo, aunque conveniente, también puede ser usado de forma abusiva para crear perfiles invisibles sobre el comportamiento de los usuarios.
[su_box title=”Tipos de cookies” style=”default” box_color=”#4479B8″ title_color=”#FFFFFF” radius=”3″ class=””]
Las cookies de origen se refieren a cookies cuyo alojamiento es el mismo que el sitio web que se visita. Por ejemplo, las cookies de YouTube mientras visito YouTube.
Las cookies de terceros hacen referencia a cookies cuyo origen es distinto al sitio que estoy visitando. Por ejemplo, las cookies de Google Ads mientras visito Facebook.
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Una página web moderna reconoce no solamente cookies de su propio sitio web sino también de otros orígenes. Una compañía de anuncios, por ejemplo, puede identificar cookies por medio de banners y publicidad incrustada en sitios web que no son propiedad de ellos. Esto quiere decir que una persona puede visitar un sitio web con un anuncio; el anuncio crea una cookie y, luego, otro anuncio de la misma compañía en otro sitio web distinto puede leer la información de la misma cookie.
Entonces, una compañía de anuncios puede tener registros no solamente de qué páginas está visitando una persona, sino también qué anuncios está viendo, qué está buscando, su dirección IP, navegador, proveedor de Internet, entre muchas otras cosas. Todos estos elementos son precisamente los que forman nuestra Huella Digital.
Incluso sin tener información como nombres, números de identificación o geolocalización, este tipo de cookies puede, de todas formas, crear perfiles completos de los hábitos de los usuarios. A su vez, este perfil no solamente está en un sitio web, sino en cientos, miles o millones. Debido a la cantidad masiva de datos acumulados de nuestra Huella Digital, esto es potencialmente una preocupación de privacidad.
Pese a esto, la Unión Europea es hasta el momento el único territorio que tiene legislación específica sobre el uso de cookies y huella digital en los sitios web.
[su_box title=”El caso de la Unión Europea” style=”default” box_color=”#4479B8″ title_color=”#FFFFFF” radius=”3″ class=””]
Una de las legislaciones que más han tenido impacto en la web y en el uso de cookies se llama General Data Protection Regulation o GDPR. Si alguna vez se ha preguntado por qué la mayoría de sitios web preguntan por permiso para almacenar cookies, es debido a la GDPR.
En resumen, esta ley incluye a las cookies como una pieza de datos personales. Esto significa que, para que nuestra Huella Digital pueda ser registrada, los sitios web deben primero pedir consentimiento explícito del usuario. La forma más fácil de pedirlo es por medio de un banner o popup.
Aunque su meta es proteger los datos de los residentes de la Unión Europea, la ley tiene muchos detractores. Además de que el mensaje constante para pedir permiso es molesto, lo cierto es que en la mayoría de los casos los usuarios aceptan la recolección de datos sin revisar antes los términos de uso, por lo que su implementación ha sido fallida.
Puede leer más en el sitio oficial de la regulación.
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No es tiempo de alarmarse
Es cierto que nuestros hábitos están siendo registrados, pero esto no necesariamente es malo. La personalización que hoy en día vemos en casi todos los sitios web está basada en gran parte en la implementación de cookies que permiten obtener contenidos dinámicos basados en nuestra Huella Digital.
Algunos navegadores, por ejemplo, ofrecen un modo de lectura que esconde elementos como anuncios, banners, popups y demás, y que deja solamente el contenido que leemos. Este es sin duda un contenido más puro, pero que pierde por completo el dinamismo que ha convertido al Internet en un motor de innovación global.
Y es que, en ocasiones, esta personalización puede tener consecuencias muy positivas. “Lo que me salvó fue un anuncio que ví en Amazon”, nos dice Javier Méndez, director de EmpresarioTek. Una condición médica que en Colombia no pudo ser identificada llevó a Javier a buscar libros y contenidos relacionados, que a su vez quedaron registrados en las cookies de Amazon.
A raíz de esto, Javier recibió en su correo una recomendación de un libro que trata específicamente sobre esta condición, de autoría de un médico del estado de California (Estados Unidos). “Yo compré el libro que Amazon me recomendó debido a las búsqueda que yo había hecho”, dice. Después de esto, se puso en contacto directo con el especialista.
“Él me dijo ‘usted tiene esto, esto y esto. Venga para acá para recibir una terapia’. Fui y me curó –afirma Méndez–. Yo soy la mejor muestra de que la publicidad bien dirigida y personalizada es lo mejor que le puede pasar a uno”.
Desde este punto de vista, la implementación adecuada de cookies es mucho más atrayente. Nuestra Huella Digital está siendo analizada constantemente con el objetivo de ofrecer una mejor experiencia y que sea verdaderamente relevante para nosotros.
El secreto es el balance
En un mundo tan conectado como en el que vivimos, intentar borrar nuestra Huella Figital es casi imposible. Más que intentar borrar nuestro rastro, lo importante es saber qué se está haciendo con él, a dónde está viajando y que nosotros –los usuarios– siempre estemos en control de la información que dejamos.
La web dinámica que tenemos hoy en día difiere mucho de la que pensó Tim Berners-Lee, pero no necesariamente para mal. Como ciudadanos digitales, es clave entender nuestra posición como usuarios. Volver a la época de los textos planos con hipervínculos en la web 1.0 no es la solución a las preocupaciones por privacidad producto de las cookies y web dinámicas.
En Impacto TIC hemos hablado sobre algunas herramientas para ejercer nuestra ciudadanía digital. Este es un buen inicio, pero la decisión real sobre privacidad debe también estar protegida por marcos legales que defiendan el uso adecuado de Internet.
Nuestra huella digital es algo que dejamos todos los días, que es tan dinámica como Internet pero tan única como nosotros mismos. Hoy más que nunca es importante conocerla, saber cómo manejarla y protegerla.
Imagen principal: Jason Leung en Unsplash